Ingeniería de la visión

Junio 15/2024 – septiembre/2024

Parte de la exposición Hacer ver, provocar el archivo, agitar el museo

“En esta ocasión, Hacer ver, a través del capítulo Ingeniería de la visión, invita, por un lado, a mirar como gesto de archivo; mirar, que traduce del latín mirāri ‘admirarse’, como un acto consciente y deliberado. Por otro lado, lanza una pregunta por las maneras en que podrían releerse los vínculos y entrecruzamientos alrededor de la abstracción geométrica y sus ecos en las producciones artísticas contemporáneas…”

Es terreno de consenso afirmar que los museos de arte moderno que se fundaron en América se convirtieron en un manifiesto político y arquitectónico de modernidad y progreso. Desde el caso más temprano con el Museo de Arte Moderno de Nueva York, MOMA (1929) hasta algunos tardíos como el Museo de Arte Moderno de Medellín, MAMM (1978), estos proyectos ejemplificaron una noción de modernidad determinada por la renovación de los lenguajes del arte. La relación de este naciente arte moderno con los discursos oficialistas se materializó, también, a través del patrocinio de una tendencia –abstracta o figurativa–, comunicándola como un arte nacional, una imagen progresista de su país. Tal es el caso de EE. UU., México o Venezuela que encontraron en el expresionismo abstracto, el muralismo y el arte cinético, respectivamente, estos nuevos lenguajes para los nuevos tiempos.

Lo relevante de este hecho, más allá de la perspectiva histórica que aporta, es que permite, por una parte, examinar unos modos de mirar, de desplegar, de interpretar; por otra, interpelar sobre la urgencia de entender el museo como un concepto atravesado por la historia. ¿En qué sentido, entonces, son modernos los museos de arte moderno?

La mayoría de las colecciones de estos lugares tuvieron origen en el acopio de obras que postularon y privilegiaron la abstracción como una vía específica para comprender lo moderno. Muchos de los y las artistas que hacen parte de estos acervos partieron del lenguaje geométrico y la modulación de formas simples para crear sistemas más complejos, o exploraron en su proceso creativo con materiales hasta ese momento inéditos: aluminio, hierro, plástico, acero, vidrio, textil y madera. Sus líneas y sus formas fueron las de las máquinas, las de los intrincados ensamblajes industriales y objetos producidos para la vida moderna.

En un ejercicio anterior, Hacer ver. Provocar el archivo, agitar el museo sirvió como un pretexto para actualizar una serie de preguntas no solo alrededor de las colecciones de La Tertulia, sino del museo mismo como un lugar de coexistencia de tensiones y disputas simbólicas. Nos invitó, además, a pensarlo como un gran archivo que se activa a partir de gestos o acciones que, a su vez, viabilizan, vehiculan y potencian formas de conocimiento que afectan los cuerpos, los movilizan, los confrontan.

 

En esta ocasión, Hacer ver, a través del capítulo Ingeniería de la visión, invita, por un lado, a mirar como gesto de archivo; mirar, que traduce del latín mirāri ‘admirarse’, como un acto consciente y deliberado. Por otro lado, lanza una pregunta por las maneras en que podrían releerse los vínculos y entrecruzamientos alrededor de la abstracción geométrica y sus ecos en las producciones artísticas contemporáneas, el proyecto modernizador en América Latina y sus discontinuidades, el campo de la crítica institucional, la crítica de arte en Colombia, la historia de los museos de arte moderno y los formatos de exhibición. Este cuestionamiento, que con certeza no limita su respuesta en una sola dirección, busca, ante todo, «agitar» el trayecto que antecede la celebración de los 70 años de La Tertulia, propiciando posibilidades de reverberación para una colección que se ofrece como un camino de aproximación a la escritura del futuro del Museo.

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